Nacimos alambrados para hacer música, para cantar, movernos, escuchar y crear. Desde el vientre nos movemos y reaccionamos ante vibraciones o sonidos del entorno. Reconocemos las voces de nuestras madres y respondemos a sonidos. Estas experiencias nos ayudan a construir una imagen sonora de la vida. Asimismo, crecemos en un entorno sonoro donde todo lo que escuchamos afecta nuestro desarrollo multidimensional. Las voces de nuestros cuidadores delinean nuestro lenguaje. La intensidad de sus palabras, movimientos y gestos crea en nosotros una percepción auditiva que sirve como punto de partida para experiencias futuras.
 

A través de los sonidos que escuchamos desarrollamos un marco perceptual en el cual interpretamos y normalizamos experiencias que marcan nuestras vidas y definen nuestra personalidad. Por ejemplo, en las casas donde se habla con amor, se escucha atentamente a los demás, se respetan las ideas y se considera la intensidad de la voz para no afectar a los demás, usualmente se genera una ambiente de bienestar. En cambio en lugares donde mayormente se escuchan gritos y peleas continuas, se puede afectar negativamente la experiencia de bienestar. Todas estas andanzas sonoras de la infancia ocurren en una etapa de formación crítica. Es un aprendizaje inconsciente que acompaña al niño o al joven y juega un papel esencial en su formación.  Es una educación musical informal que ciertamente fundamenta su percepción auditiva. De la misma manera, el entorno sonoro natural y artificial, también influye en el desarrollo sonoro. Los pájaros, los movimientos de los insectos y del aire son algunos de los sonidos que nos acompañan,  al igual que el sonido de los automóviles, de los camiones de basura y reciclaje, las bocinas de carros y otros vehículos. 
 

Hay diversas filosofías de educación musical donde se promueve el uso de la música como medio para favorecer el desarrollo cultural así como la sensibilidad artística, y la sana convivencia. Todas estas características son afines con el bienestar y la salud mental. Sin embargo y a pesar de la larga trayectoria que tienen estos modelos, aún encontramos ambientes musicales educativos en los que estos principios básicos no están presentes.
 

Es por esta razón, que creemos firmemente en que para apoyar el desarrollo de una persona, la educación musical para el bienestar debe estar presente desde la niñez temprana hasta la adultez.